Prohibicion de la Biblia

Como ya sabemos, la iglesia catolica en un tiempo prohibio leer la biblia.


¿Por qué los Papas prohibieron leer la Biblia?
Quand la Vulgate devient un _
_instrument de la Contre-Réforme _
_Biblia sacra vulgatae editionis Sixti Quinti pont. max. _
_jussu recognita atque edita Romae ex _
Typographia Apostolica Vaticana, M.D.XCII (1592)
***Para encubrir la falsedad de los textos cristianos, fue una decisión extraordinaria que se encuentra en los registros del Primer Concilio de Constantinopla 381, convocado por el Emperador Romano Teodosio (m. 395).
Lo que se decidió en esa asamblea se presenta como un hecho histórico que describe como un episodio extraordinario en la historia del Nuevo Testamento que es poco conocida hoy en día, e implicó que el Papa Dámaso, quien estuvo presente. Era un hombre de tan manchada impiedad y tan notorio deseo por las mujeres que fue llamado 'Cosquillas'. (Lives of the Popes, Mann, c.)
Cuando se enteró de que el pueblo romano no volvería a caminar delante de él en las procesiones, los mando a golpear, y muchos fueron asesinados. Se le acusó de adulterio en un tribunal civil, y sólo la intervención de su amigo, el emperador, evito el escándalo en un juicio. Regresó a la Iglesia, y en una confesión personal en sincera franqueza admitió que los manuscritos de los Evangelios de su época eran tan:

"llenos de errores y pasajes dudosos'_
The Library of the Fathers, Damasus, Oxford, 1833-45
Las copias que vienen de tales escrituras eran diferentes y contradictorias. Para evitar que los escritos fabricados fueran vistos por ojos equivocados, el Papa Dámaso se le ocurrió una solución que era genial en su simplicidad... se prohibió la Biblia .
El origen de la "herejía" fue cuando la base canon del Nuevo Testamento comenzó a desarrollarse hacia el final de la siglo IV (en general) en que a los laicos se les fue estrictamente 

prohibido leer la palabra de Dios para ejercer su juicio con el fin de entender".
The Library of the Fathers, Damasus, Oxford, 1833-45
Dámaso explico que "el mal uso de los pasajes difíciles por el simple y pobre (ciudadano) da lugar al oír-decir" y la población en general se les niega el acceso a las compilaciones. La palabra "oír-decir" se convirtió en "herejía" y las personas que se oponían a la Iglesia, tales opiniones fueron posteriormente llamados 'herejes'. (The Catholic Dictionary, Addis and Arnold, 1917) Fue con una resolución de ese Consejo que la prohibición fue establecida oficialmente, pero algunos miembros del Clero tuvieron problemas para entender la nueva terminología. La falta de fiabilidad de sus explicaciones de los herejes y las herejías se ilustra en el caso de Epifanio, obispo de Salamis (m. 403) que confundió la Tétrada Sagrado pitagórica (el número 4), para un líder hereje. Después de haber suprimido la Biblia, el Papa Dámaso creo una serie de penitencias "formidables" y anatemas adicionales de los diseñados para mantener a raya a los curiosos "( Early Theological Writings, GWF Hegal) , la tendencia principal de los sacerdotes era mantener la Biblia lejos de la gente y la autoridad de la Iglesia como sustituto de la regla de la vida y de la fe.

Ser propietario de una Biblia era un delito penal en el año 860, el papa Nicolás I, sentado en lo alto de un trono construido especialmente para la ocasión en la plaza del pueblo, que se pronuncio en contra de todas las personas que expresaron su interés en la lectura de la Biblia, y reafirmó su uso público como prohibido (Decreto Papal).
En 1073, el Papa Gregorio apoyo y confirmó la prohibición, y en 1198, el Papa Inocencio III declaró que a nadie debería leer la Biblia o sería apedreado hasta la muerte por "soldados de la Iglesia militar" (Enciclopedia de Diderot, 1759). 

 En 1229, el Consejo de Toulouse, "se habla con odio", aprobando otro decreto "que prohíbe estrictamente a los laicos de tener en su poder cualquiera de los Antiguo o Nuevo Testamento, o de la traducción a la lengua vulgar". En el siglo 14, la posesión de una Biblia de los laicos era un delito y se castiga con azotes, la confiscación de bienes muebles e inmuebles, y la quema en la hoguera. Con los textos cristianos fabricados con seguridad y ocultos del escrutinio público por una serie de decretos, los Papas aprobaron la supresión del público de la Biblia por más de mil doscientos y treinta años, justo hasta después de la Reforma y la impresión de la Biblia King James en 1611. 


La Biblia se prohibió al pueblo

Pero Roma, aún fue más lejos que aquellos fariseos. Roma llegó a prohibir la Biblia a todos, bajo penas que iban desde la excomunión y la cárcel, hasta la muerte. La institución romana prohibió al pueblo la Biblia a partir del año 1229, bajo el pontificado de Gregorio IX (1227-1241), con la excusa de que el pueblo no podría entenderla convenientemente. Este Gregorio IX fue quien instauró plena y oficialmente la Inquisición, entidad que tantas y tantas muertes causó por todo el mundo. Más tarde, el Concilio de Trento mantuvo la prohibición al pueblo de poseer o leer la Biblia. Quisieron olvidar los Tridentinos que Pedro apóstol escribió dos Epístolas Universales, es decir, a todos y cada uno de los creyentes de todos los tiempos y lugares. El apóstol Juan, escribió también su Epístola Universal a todos los creyentes, así como Santiago. Sirva eso de pequeño ejemplo para entender que Dios se dirige a cada creyente en particular, y lo hace a través de Su Palabra.

¿Por qué decidió Roma apartar de sus fieles la Biblia? Porque en ella se ve el desatino de la institución romana. La Biblia expone a la luz, la fraudulencia de toda la enseñanza que nada tiene que ver con la Palabra de Dios; y Roma lo sabe. Roma sabe que si el fiel lee con atención la Biblia, encontrará que una gran parte de los dogmas infalibles de Roma son una pura invención de los papas a lo largo de muchos siglos, ya que, en el mejor de los casos, no tienen ningún apoyo escritural.
El consejo de los cardenales al papa Julio III

El recelo del catolicismo en relación a las verdades de la Sagrada Biblia siempre ha sido un hecho. Si ahora el católico-romano medio tiene más libertad para leer la Biblia, es porque, 1) Roma, dado los tiempos que corren, no puede impedir a sus fieles que la lean, 2) Roma realmente piensa que también dados los tiempos de modernismo y culto a la ciencia humana y al materialismo, pocos fieles van a encontrar en la Biblia una respuesta que les satisfaga. Lo primero es cierto. Lo segundo es equivocado, porque cuando el católico lee la Palabra de Dios con fe, su vida empieza a cambiar, y empieza a experimentar verdadera hambre y sed de Dios que le hace buscar más allá del círculo católico-romano. Esto último lo sabían los cardenales del tiempo de la Contrarreforma.

Los más altos responsables del catolicismo romano están perfectamente conscientes de las contradicciones insalvables entre la Sagrada Biblia y el sistema de la Iglesia de Roma. En un discurso proferido por los cardenales de la Curia Romana, al Papa Julio III, en 1550, inmediatamente después de su ascensión al Papado, éstos, conscientes de tales contradicciones, aconsejaron al recién llegado a la "silla de San Pedro". Ese discurso está contenido en un documento histórico, del tiempo de la Reforma, conservado en la Biblioteca Nacional de París, en la hoja B, nº 1.088, vol. II, págs. 641 -650. De ese documento, sacamos los siguientes pasajes, que aclaran bien esas contradicciones. Atención a lo que los cardenales dicen: «De todo el consejo que podemos ofrecer a vuestra Santidad retuvimos lo más necesario hasta el fin. Hay que abrir bien los ojos y usar toda la fuerza posible en la cuestión, a saber, para permitir lo menos posible la lectura del Evangelio especialmente en el vernáculo (lengua nativa), en todos los países bajo la jurisdicción. Baste la pequeña parte del Evangelio leída usualmente en la misa, y no se permita que nadie lea más». ¿Roma espantada de la verdad de la Biblia? Así es....Más adelante, los cardenales advierten al Papa: «En cuanto el pueblo esté contento con esa pequeña porción, florecerán los intereses de vuestra Santidad, pero cuando el pueblo quiera leer más, sus intereses comenzarán a fallar».

Después, los cardenales fueron hasta el punto de definir la Biblia como su verdadero enemigo: «La Biblia es un libro que, más que cualquier otro, ha levantado contra nosotros los alborotos y tempestades, por los cuales casi perecemos». ¡El único interés de Roma es no perecer! A continuación reconocen que hay conflictos entre la Biblia y lo que se enseña en la Iglesia Católica: «De hecho -escriben los cardenales-, si alguien examina de cerca y compara las enseñanzas de la Biblia, como ocurre en nuestras iglesias, entonces encontrará discordias y comprenderá que nuestra enseñanza es muchas veces diferente a la Biblia y nunca cesará de desafiarnos hasta que todo sea expuesto y entonces nos volveremos objeto de burlas y odios universales».

Finalmente, aconsejan al Papa qué hacer con la Biblia: «Por tanto, es necesario retirar la Biblia de la vista del pueblo, pero con cuidado, a fin de no causar rebelión».

Todo esto, -subráyese-, fue dicho por los Cardenales de Roma al Papa Julio III. Parece que la cuestión está pues suficientemente clara: Roma tiene miedo a la Biblia porque la Biblia pone a Roma en evidencia; y esto dicho por la misma Roma. ¿Qué más podemos añadir al respecto?

Por eso queremos animar a todos los católico-romanos a que lean con atención y fe el único libro que define perfectamente el pensamiento, voluntad y carácter del Creador, la Biblia. La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, y no hay manera de mantenernos fieles al Señor a menos que la conozcamos y la obedezcamos.

¡Dios quiere que Su Palabra sea conocida por todos sus hijos e hijas, sin excepción!

Para más tristeza, la traducción latina de la Vulgata fue aceptada como texto infalible de la Biblia en vez del original hebreo y griego, en el año 1559, por el Concilio de Trento. Sin embargo, está comprobado que algunas traducciones dentro de la Vulgata son inexactas e incluso erróneas. En Antioquía, Siria, en el tiempo neotestamentario, los cristianos se ocupaban de proteger las Escrituras, haciendo copias perfectas de los manuscritos originales. Al mismo tiempo, en Alejandría, Egipto, los copistas alteraban las Escritura según les convenía. De esa versión alejandrina proviene la Vulgata latina.


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